En la práctica, existen un gran número de situaciones en las que es posible reducir, pero no eliminar las fuerzas de carácter dinámico (variables en el tiempo) que excitan nuestro sistema mecánico (Fig. 28) dando lugar a la aparición de un problema de vibraciones. En este sentido, existen diferentes métodos o formas de plantear el control de las vibraciones; entre todos ellos cabe destacar:
El conocimiento y control de las frecuencias naturales del sistema de cara a evitar la presencia de resonancias bajo la acción de excitaciones externas.
- La introducción de amortiguamiento o de cualquier tipo de mecanismo disipador de energía de cara a prevenir una respuesta del sistema excesiva (vibraciones de gran amplitud), incluso en el caso de que se produzca una resonancia.
- El uso de elementos aislantes de vibraciones que reduzcan la transmisión de las fuerzas de excitación o de las propias vibraciones entre las diferentes partes que constituyen nuestro sistema.
- La incorporación de absorbedores dinámicos de vibraciones o masas auxiliares neutralizadoras de vibraciones, llamados también amortiguadores dinámicos, con el objetivo de reducir la respuesta del sistema,
Control de las
frecuencias naturales
Sabemos que cuando la frecuencia de excitación coincide con una de las frecuencias
naturales del sistema, tiene lugar un fenómeno de resonancia. La característica más
importante de la resonancia es que da lugar a grandes desplazamientos, al amplificar de
manera importante las vibraciones del sistema. En la mayor parte de los sistemas
mecánicos, la presencia de grandes desplazamientos es un fenómeno indeseable ya que
provoca la aparición de tensiones y deformaciones igualmente grandes que pueden
ocasionar el fallo del sistema.
En consecuencia, las condiciones de resonancia deben de tratar de ser evitadas en el
diseño y construcción de cualquier sistema mecánico. No obstante, en la mayor parte de
los casos, las frecuencias de excitación no pueden controlarse al venir impuestas por los
requerimientos de carácter funcional del sistema (por ejemplo, velocidades de giro). En tal
caso, el objetivo será el control de las frecuencias naturales del sistema para evitar la
presencia de resonancias.
Tal y como se deduce de la definición vista para un sistema de un grado de libertad (1 gdl),
la frecuencia natural de un sistema ω= k m puede cambiarse variando tanto la
masa (m) como la rigidez (k) del mismo. Aunque la definición se haya establecido para
un sistema de 1 gdl, la conclusión obtenida es, en general, igualmente aplicable a sistemas
de N grados de libertad. En muchas situaciones en la práctica, sin embargo, la masa no
resulta fácil de cambiar, ya que su valor suele venir determinado por los requerimientos
funcionales del sistema (por ejemplo, la masa del volante de inercia de un eje viene
determinada por el valor de la energía que se quiere almacenar en un ciclo). Por ello, la
rigidez del sistema es el parámetro que se modifica de forma más habitual a la hora de
alterar las frecuencias naturales de un sistema mecánico. Así, por ejemplo, la rigidez de un
rotor puede modificarse cambiando el número y colocación de los puntos de apoyo
(cojinetes).
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